Fermín Vázquez: “La sociedad se merece que los arquitectos tengan en cuenta los intereses colectivos»
Fermín Vázquez fundó su estudio de arquitectura b720 junto a Ana Bassat en 1997. En su porfolio figuran obras como el Mercat dels Encants o la Torre Agbar, en Barcelona; hoteles, como el VP Plaza España, en Madrid; plazas como la del Torico, en Teruel, o aeropuertos como el de Lleida-Alguaire o Chinchero Cusco, en Perú. Vázquez y el resto del equipo de b720 también son los creadores del pabellón que representará a nuestro país en la Expo Universal se celebró Milán en mayo de 2015.
¿Qué representa para el estudio formar parte de la Expo de Milán? ¿Qué expectativas tienen depositadas en ella?
A los arquitectos nos interesan todos aquellos proyectos que son escasos y lo cierto es que participar con tu obra en una Expo Universal, que solo pasa una vez cada cuatro años, es una experiencia única. Las expos, además, han sido siempre campo de investigación y experimentación arquitectónica donde, además, se puede dar rienda suelta al carácter simbólico y evocador de la arquitectura, más allá de la parte pragmática que sí predomina en otro tipo de edificios. A eso también se le suma el hecho de representar a tu país, que siempre es motivador.
¿Cómo surgió la idea de diseñar un pabellón con forma de invernadero y elaborado, además, a partir de materiales reciclables y sostenibles?
La idea del invernadero tiene que ver con la temática general de la expo para este año, que es el proceso de producción alimentaria. Una industria, la alimentaria, que es puntera en nuestro país y donde tradición e innovación conviven en armonía. De ahí que el pabellón se haya dividido en dos grandes naves, una que representa la tradición y la otra, la innovación.
La razón de haber recurrido a materiales reutilizables responde al contexto actual que vive nuestro país. La crisis y el clima de austeridad predominante ha provocado que nos replanteemos la manera de construir, con lo que, antes de desarrollar el proyecto, reflexionamos previamente sobre cuál era el mensaje que España debía transmitir a través de su pabellón. Decidimos que no era el momento de hacer ostentación ni de llevar una obra que pudiera parecer que respondía al mero capricho del arquitecto. Sin renunciar tampoco a la envergadura e impacto que debe tener el pabellón de una exposición universal, buscamos que fuera algo sencillo, claro y contundente en cuanto a su formalización. Teniendo en cuenta, asimismo, que se trata de una obra efímera que solo va a permanecer de pie seis meses y que el concepto de arquitectura de usar y tirar no está bien visto, decidimos que el pabellón se construyera con materiales reciclables y reutilizables.
Una tendencia, la de la edificación sostenible, que ha llegado a nuestro país para quedarse. ¿Qué retos ha representado para el sector el hecho de haber tenido que incorporar todos estos criterios medioambientales en un periodo relativamente corto de tiempo?
La burocracia asociada a la construcción sostenible existe desde hace tiempo, pero sí que es cierto que de un tiempo a esta parte han proliferado toda una serie de requerimientos en torno a la edificación (materiales, certificaciones, agentes que intervienen, etc.), lo cual responde al hecho de vivir en una sociedad que cada vez se exige más.
La variable de la sostenibilidad es claramente necesaria en el sector. Hemos tenido y seguimos teniendo una manera muy ineficaz de utilizar los recursos, pero es cierto que la conciencia en cuanto al uso de los recursos está calando poco a poco en nuestra sociedad y, en consecuencia, soy optimista y creo que los profesionales vamos a ser capaces de resolver los problemas que nos planteamos de una manera más responsable e inteligente. Uno de los retos del arquitecto, de hecho, es pensar continuamente en cómo hacer las cosas mejor.
Eso, al final, habla del compromiso social y medioambiental del propio arquitecto. ¿Cómo gestionan la variable de la responsabilidad social de la edificación en b720?
Es una variable fundamental e irrenunciable. Somos un estudio que ha estado siempre muy pendiente del cliente, algo que ahora parece muy obvio, pero que hace un tiempo no era tan habitual. Antes, el arquitecto gozaba de una autoridad que le daba cierta autonomía a la hora de trabajar y su obra era su obra, a pesar de estar dando respuesta a las necesidades de la gente. Nosotros, quizás por una influencia personal del mundo anglosajón, siempre nos hemos visto a nosotros mismos como prestadores de servicios. Podemos renunciar a un encargo, pero nunca se nos ha ocurrido traicionar la confianza y los objetivos de un cliente. Eso debe ser compatible al 100% con defender los intereses sociales, porque la sociedad se merece que los arquitectos tengan en cuenta los intereses colectivos (de la sociedad, del medioambiente, etc.), algo totalmente exigible, por otro lado, a los arquitectos. Y todavía cabría citar una tercera variable, que es la más íntima y particular de los arquitectos, que son nuestros propios objetivos, tan legítimas como las otras, pero imprescindible, también, para que la arquitectura no sea solamente una respuesta pragmática a un problema de una persona o un grupo, sino también la expresión de un profesional que tiene la vocación de crear obras nuevas y transformar la realidad.
¿Qué otros factores han marcado la evolución del sector de la construcción a lo largo de los últimos 20 años?
Lo que ha pasado es algo que yo veo como muy positivo y es que ha habido una demanda cada vez mayor de calidad por parte de la sociedad, signo inequívoco de progreso. Somos más exigentes, entre otras cosas, porque hemos sido capaces de generar riqueza gracias al hecho de haber dedicado tiempo y recursos a ello. En este sentido, en España ha mejorado mucho el nivel de calidad exigida por la sociedad a lo que se construye. Eso no quita que también se haya construido mucho y muy mal, sin un mínimo de calidad exigible, en los últimos años. Uno de los ejemplos más claros lo encontramos en el planeamiento urbanístico de las ciudades, que han tenido que adaptarse al crecimiento de los últimos años y que no responde al nivel de calidad que hubiéramos sido capaces de proyectar. Lamentablemente es así: que seamos capaces de exigir y proyectar una mayor calidad constructiva no significa que el producto final sea necesariamente bueno, de la misma manera que una cosa mal pensada, inadecuada y no deseable puede estar muy bien construida.
De ahí, quizás, que la rehabilitación de edificios también haya repuntando en los últimos años, para mejorar la calidad de lo que hasta ahora se había construido de manera mediocre, ¿no?
Así es. Hay un buen número de edificios antiguos que, siendo incluso venerablesalguno de ellos, no cumplían los niveles de prestación que ahora son exigibles. La reutilización del patrimonio construido es un buen camino para devolver la calidad a los edificios de una manera sensata y responsable, dosificando esfuerzos y recursos y pensando en términos de sostenibilidad en todo momento. La rehabilitación es el mejor ejemplo, por un lado, de que los edificios pueden reutilizarse y son más flexibles de lo que se puede pensar en un principio y, por el otro, de que existe de nuevo una mayor demanda de mejores prestaciones en los edificios, exigencia que se extrapola a materiales, prácticas y profesionales que conforman la industria.
En su porfolio figuran obras de gran envergadura, pero… ¿de cuál se siente especialmente orgulloso?
No sé si orgulloso es la palabra que define la relación con los proyectos. Cuando están en el tablero la relación es apasionada. Cuando están acabados los quieres paternalmente a pesar de ser consciente de sus virtudes y sus defectos. Hemos hecho proyectos singulares, grandes y complejos, pero a veces te hace sentirte orgulloso el proyecto más modesto, como por ejemplo la rehabilitación que acabamos de llevar a cabo en el local que la Fundación Germina tiene en Santa Coloma de Gramanet (Barcelona) y desde donde se atiende a niños procedentes de hogares desestructurados. Ha sido un proceso gratificante y satisfactorio que nos ha enseñado lo importante que es la arquitectura para mejorar las cosas a través de una obra modesta y en un lugar discreto. En el otro extremo, también me siento muy orgulloso de la gran torre de apartamentos que estamos construyendo en el barrio de Itaim de Sao Paulo (Brasil), un proyecto singular, a miles de kilómetros, en el otro hemisferio, etc.
¿Cómo surgió la oportunidad de trabajar en otros países?
Fue en 2007 y a través de una llamada que recibimos para participar en un concurso para replantear el frente portuario de Porto Alegre, también en Brasil. Ganamos el concurso y, una vez trabajando ya sobre el terreno, empezaron a llegar nuevos proyectos, con lo que decidimos abrir oficinas allí. Luego, también hemos trabajado para Colombia, Perú, Francia o China.
¿Dista mucho la forma de llevar a cabo un proyecto arquitectónico de un país a otro?
Sí y no. Existen distintas formas de abordar el fenómeno de la construcción porque el componente cultural puede ser muy diferente de un lugar a otro, lo cual hace de cada proyecto algo único, algo que yo, como arquitecto, valoro muy especialmente porque hace que te replantees las cosas de manera continua. Trabajar en diferentes países te hace, asimismo, adentrarte en culturas distintas y eso siempre se traduce en nuevos aprendizajes. En paralelo a todas esas diferencias de contexto, metodología de trabajo, formas de construir, climas, etc., hay algo que sigue siendo bastante similar y es el proceso por el que uno pasa hasta llevar a la práctica su obra (comprensión del desafío y de las variables del proyecto, elaboración de propuestas, etc.)
Para terminar, ¿qué futuro prevé para el sector a corto y medio plazo en España?
Parece claro que estamos en un punto de inflexión y que empieza a haber cierta actividad y normalización del trabajo, pero todavía no está demasiado claro qué quiere decir eso. También hay que tener en cuenta que en nuestro país hay cinco veces más arquitectos de los que demanda la sociedad, algo positivo, porque significa que la profesión de arquitecto sigue siendo atractiva pese a todo, pero que nos va a obligar a diversificar nuestra actividad en el corto y medio plazo. En ese marco, yo creo que nuestra figura puede ser útil en muchos otros ámbitos de la sociedad, porque el ejercicio que hace un arquitecto cuando proyecta una obra implica una flexibilidad intelectual y una necesidad de integración de todas las variables que conforman un proyecto que lo convierten en una figura estratégica. El arquitecto puede ser útil mucho más allá de las obras que idea, los edificios que construye y la planificación urbanística que lleva a cabo. En ese sentido, el arquitecto debe ser capaz de transmitir a la sociedad la importancia de la calidad del espacio que habitamos. A pesar de que todo el mundo es consciente de que en España existe muy buena arquitectura y unos buenos arquitectos, no existe una conciencia social acerca de la importancia que la calidad de nuestras edificaciones, ciudades y espacios públicos tiene en la calidad de nuestras vidas y esa es una tarea que deberíamos llevar a cabo los arquitectos como parte fundamental de la cadena de valor que conforman los profesionales del sector de la construcción.